miércoles, marzo 07, 2007

Cuando conocí a Gabo

Por estos días de gabomanía – estoy seguro que ésta palabra no aparecerá en el Nuevo Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española – he recordado con cierta decepción la ocasión en la que conocí a Gabriel García Márquez.

Fue hace poco más de un año en la primera versión del Hay Festival en Cartagena. Yo estaba desprevenido, en uno de los balcones del majestuoso Teatro Heredia. Durante los días previos era rumor conocido por todos los asistentes que Gabo acudiría a uno de los conversatorios. El rumor se hizo realidad justo en el balcón contiguo al que yo estaba.

Metido en uno de esos trajes que se usan en la costa, de tela suave y vaporosa color mostaza y guiado por unos anteojos grandes y de marco grueso, se sentó acompañado de dos mujeres que pronto empezaron a hacer malacara cuando la gente se agolpó para saludarlo, pedirle autógrafos y tomarle fotos. Él accedía con discreta amabilidad, que luego se tornó en repulsión y acompañó de la frase: “Esto me lo busqué yo”; no resistió más y decidió esfumarse en compañía de sus también chocantes acompañantes.

Desde ese momento la imagen que tenía del Gabo Nobel, del maestro y del que creía que su humanidad era comparable con sus éxitos se desmoronó como fichas de dominó.

A los pocos días del Hay Festival, una amiga de Bucaramanga, me envió unas fotos del evento y entre ellas una muy simpática de la cual me indicaba que tuviera mucha discreción.

En ella, aparecía el premio Nobel saliendo de un bar en Cartagena - según me contó la paparazzi fue pasada la media noche - ya no era guiado por los anteojos grandes y de marco grueso sino por dos mujeres que lo sostenían a lado y lado.

No puedo colgar la imagen porque la perdí en una ocasión que alguien usurpó mi correo electrónico y luego mandar mensajes insultantes a algunos de mis contactos, decidió, no contento con el daño ya hecho, borrar todos los mensajes recibidos y entre ellos el de la foto en cuestión, la del Gabo cual adolescente saliendo tambaleante de una bar en la heroica.

Al final esto me hizo pensar que hay personas que no hace falta conocerlas en carne y hueso. Basta con leer sus libros o ver sus fotografías para crearse una imagen de ellas. Una imagen propia del realismo mágico.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen post, diferente a lo que dicen los diarios.

Un saludo,

I.I